Esta no es simplemente una historia sobre arte. Es una historia sobre como el amor, la lucha y la superación pueden transformar las dificultades en oportunidades.
Erik nace el 19 de febrero de 1990 en la isla de Tenerife. De familia trabajadora y orígenes humildes, fue criado en el barrio de Finca España.
En 2001, descubrió el graffiti por pura casualidad, hojeando una revista en el colegio que ni siquiera era suya. Aquellas formas y colores capturaron su atención profundamente: desde ese momento, empezó a pasar los días garabateando libretas enteras (provocando el descontento de sus profesores), tratando de emular lo que había visto. En 2003, encontró un spray medio gastado y tuvo su primer contacto con esta herramienta. No tenía más información que los recuerdos de las imágenes que vio en aquella revista; aun así, lo que parecía ser una moda pasajera, se convirtió en su estilo de vida.
Para 2004, ya se encontraban firmas suyas por todas las esquinas de su barrio. Algunos años más tarde, sus obras, cada vez más complejas, estaban por toda la isla. Durante la adolescencia, como la gran mayoría de “chicos de barrio”, se enfrentó a decisiones difíciles y tentaciones que podrían haber desviado su vida hacia caminos oscuros. Pero irónicamente, algo como el graffiti, mal visto por la gran mayoría de la sociedad en ese entonces, se convirtió en la válvula de escape perfecta para un adolescente que, a pesar no contar con muchos recursos, presentaba una gran inquietud creativa. Quizás, en un lugar donde era normal que un niño de 15 años robase una moto, que otro niño se dedicase a pintar paredes no era algo tan grave, sino más bien motivo de celebración.

Tras la crisis económica de 2008, momento en el que cumple su mayoría de edad, el ambiente en la calle no es favorecedor, mucho menos para el joven artista: tanto el trabajo como las oportunidades escasean y la desconfianza es la actitud más extendida. Pero, curiosamente, tras tener varios trabajos convencionales, ese mismo año empieza a recibir algún que otro encargo, lo cual le hace vislumbrar a lo lejos una idea, o más bien, una arriesgada apuesta: ¿sería posible ganarse la vida pintando? En 2011, dejó atrás el graffiti, dejando una notable huella en la escena underground de la isla para enfocarse en el muralismo. La situación evoluciona y durante una época combina su faceta artística con otros trabajos que le proporcionaban una pequeña estabilidad económica.
Hoy en día, tras más de 15 años de esfuerzo y perseverancia, vive plenamente de esta forma de arte. Como dato curioso, destaca por ser de los pocos (o el único) artista urbano reconocido de Canarias que no posee formación académica especializada tras la enseñanza obligatoria. Todo el conocimiento que atesora ha sido forjado en la calle. Ejerce como tutor externo para las prácticas de empresa de la asignatura de Revestimiento Mural, tanto en la facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Laguna como en la escuela de arte Fernando Estévez de Santa Cruz de Tenerife. Entre sus clientes, además de numerosas entidades públicas, encontramos marcas de prestigio como Pepsi, Ducati, Amazon, etc. Recientemente, ha sido reconocido como uno de los mejores muralistas del mundo por la prestigiosa plataforma de arte urbano Street Art Cities (https://streetartcities.com/awards/2023/winners/best-mural-of-the-world).